viernes, 30 de agosto de 2013

La figura del artista

Funciones del artista entre la presentación y la representación

Entre 1960 y 1966 en Argentina y en el mundo se producen una serie de eventos inscriptos en la vanguardia que tienen entre sus condiciones de producción las rupturas realizadas o prefiguradas por el dadaísmo en las primeras décadas del siglo XX.
El cuestionamiento y en algunos casos abandono de los dispositivos y soportes artísticos que marcaban la materialidad de las obras en términos de pintura o escultura, se traduce en experiencias que se pueden incluir en tres categorías en las que el dadaísmo ha dejado huellas: acciones, objetos y conceptos. Los cuatro casos que aquí analizo son representativos de esas tres categorías y, fundamentalmente, de la impugnación de la obra que opera en la época e implica también a la figura de su autor. En ellas se dan fundamentalmente dos posiciones del artista: una, vinculada a la modalidad del arte objetual (presente antes de la ruptura dadá) implica la ausencia física del artista en el momento de reconocimiento de la obra, y su construcción enunciativa a partir de un conjunto de marcas presentes en ella. La segunda, dentro de la esfera del arte efímero, introduce la presencia del artista durante la acción, pues no existe desplazamiento temporal ni espacial entre la instancia de producción y la de reconocimiento, y en esa experiencia –ya que en la mayor parte de los casos no se trata de una obra, de un producto objetual- se encuentran presentes el artista y su público.
Los cuatro casos que ya han sido analizados por mí en trabajos anteriores (uno de ellos en coautoría con Claudia López Barros), corresponden a experiencias realizadas por artistas argentinos entre 1962 y 1966 (tres de ellas en Buenos Aires), y presentan singularidades acerca de la figuración del artista plástico sobre las que es importante detenerse:

Cuadro: Modalidad de presencia/no presencia del artista y función que cumple en la obra/evento

Año
Obra/evento
Representac.
Presentación
Función
1962
Vivo-Dito
        -
        X
“Escribano”
1964
Happening “Mi Madrid querido”
        X
        X
Rol/ “Maestro de ceremonias”
1965
Afiche: “Por qué son tan geniales”
        X
         -
“Estrella del espectáculo”
1966
Arte de los medios
        X
         -
Productor crítico



 En el Vivo Dito, la primera experiencia en orden cronológico que aparece en el cuadro (Koldobsky 2002), Alberto Greco invitaba a un evento de arte vivo con panfletos en alguna zona de la ciudad: éste consistía en el señalamiento de objetos o personas con un círculo de tiza en la calle por parte del artista, a los que luego firmaba. Estos eventos realizados en Francia, Italia y España, son semejantes a las Esculturas vivientes de Piero Manzoni, que en 1961 firmaba   personas en diversas partes del cuerpo. En ambos casos el “objeto encontrado”, sin ser modificado o cambiado de lugar, es autenticado como obra de arte por la presencia del artista y su firma. Como no hay producción ni modificación alguna del elemento firmado, sólo su señalamiento, el artista funciona aquí como “escribano, que con su presencia y firma lleva a último término el gesto enunciativo de Duchamp, dando existencia a cualquier cosa como arte mientras él la certifique como tal. He aquí el primer escalón de un proceso de constitución irónica de la figura romántica del creador: no hay trabajo por detrás, sólo la proposición de un cambio de mirada ejercido por el gesto del artista en la desfuncionalización y exhibición de los objetos.
En los happenings, en cambio, la presencia física del artista en el evento efímero añade otras funciones, incluyéndose en ciertos casos como representación. No describiré aquí extensamente las características del género[i], basta decir que en los de primera generación o “happenings viejos” argentinos -como los denominó Marta Minujin a partir de Simultaneidad en simultaneidad en 1966- primaba la acción no matrizada, esto es, una acción que pone el acento sobre el juego y la actividad corporal, a veces desenfrenada,  y sin caracterización de personajes como en el teatro. Allí el artista dirige el evento, con indicaciones a sus participantes -los  happiners o el mismo público-. Cuando eso sucede el artista funciona como maestro de ceremonias, pero ese rol puede ir cambiando a lo largo del evento.
“Mi Madrid querido” (1964), por ejemplo, realizado en Buenos Aires por el mismo Alberto Greco, con la presentación de Jorge Romero y las participaciones de Dalila Puzzovio y Edgardo Giménez, es citado por el metadiscurso como el primer happening argentino, y tiene la particularidad de condensar algunas de las múltiples acciones que luego caracterizarán al género: presencia de esculturas de lustrabotas vivientes en la galería donde se realiza el suceso, cantos de marchas escolares en los que se invita al público, pequeño espectáculo de danza con el bailarín español Antonio Gades,  pintura de siluetas por Greco, Dalila Puzzovio y Edgardo Giménez con caretas del personaje infantil de historietas Anteojito, y por lo menos dos situaciones en las que Greco actúa un rol, vestido con chaqueta de almirante y un gran sombrero con alas y plumas. Al principio del acontecimiento, el artista recién llegado se enfrenta al público y sube a una tarima desde la que reparte flores y banderines, y luego lee un manifiesto ininteligible. Al final, luego de desplazarse junto con el público desde la galería en la que se realizaba el evento hasta la plaza cercana, Greco arenga al público desde un balcón y otra vez arroja banderines. Además de funcionar como maestro de ceremonias, en este caso el artista imita prácticas como la arenga política y la lectura de un manifiesto, de modo que esa imitación irónica también incluye al metadiscurso por excelencia de la propia vanguardia. Ese juego de roles –pues no llegan a constituirse en personajes- tiene al artista como principal protagonista, en presencia durante todo el evento, pero la imitación de la propia condición de artista introduce a su vez la representación. Se trata entonces de una figura múltiple, que incluso se expone como artista tradicional pintando, aunque frente al público: esto es, en presencia.
El artista múltiple del primer happening argentino reúne la mostración de diversos modos de ser artista: el hacedor manual, el productor que necesita la palabra conexa del manifiesto, el que privilegia su presencia corporal y su rasgo histriónico con un juego de roles que es un  “como si”. Esa mostración se constituye en imitación irónica y festiva, que parodia al artista creador y se presenta como cambiante respecto del sujeto artista de la Teoría del genio.
Una representación más cercana a la tradición pictórica es el poster panel ubicado en la concurrida  esquina de Florida y Viamonte de Buenos Aires por Puzzovio, Giménez y Carlos Squirru en 1965. El género del autorretrato adquiere en él una nueva dimensión, transitada de manera semejante por artistas como Andy Warhol en el pop norteamericano. La imagen del poster, en la que se encuentran los tres artistas vestidos a la manera de los jóvenes de las nuevas corrientes musicales y acompañados por la frase “¿Por qué son tan geniales?”, es una serigrafía, técnica que aporta la autenticación indicial de la fotografía. Esta obra se enmarca en la gozosa mirada del pop nacido en Gran Bretaña y anunciada en 1960 en Argentina por el citado Greco con carteles que rezaban “Greco, qué grande sos” y “Greco, el pintor informalista más grande de América”. En esta nueva e ingenua postura autoirónica lo digno de ser exhibido es el joven artista en su emergencia corporal, aunque ya no aparece representado en la forma displicente del autorretrato pictórico del siglo XIX, sino como un ídolo de la música pop, figura creciente en la vida mediática de la época.
En 1966, el Arte de los medios de Roberto Jacoby, Raúl Escari y Eduardo Costa -cuyo manifiesto fue presentado en el mismo año del famoso “happening falso” titulado “Happening para un jabalí difunto”- expone de manera más acentuada que todas las experiencias descriptas una figura de artista que, más que exhibirse, desnuda mecanismos de producción de sentido de la sociedad contemporánea, en la que los medios construyen la realidad. Se lo denominó happening falso porque  en los diarios aparecieron notas referidas a un happening que nunca existió. Al día siguiente se explicó la situación al público, como una experiencia que permitía comprobar la presencia de los medios de comunicación como productores de la realidad social. El estatuto conceptual y analítico del artista como productor crítico que se despliega en esta experiencia se agiganta por la inexistencia del evento más que como noticia en los diarios, pero aparece también en las antes analizadas.
La figura de artista como operador de un discurso que avanza sobre otros como la publicidad, la información o la política tematizándolos, imitándolos y mostrando sus operatorias, parodiándolos y deconstruyéndolos hasta ampliar las fronteras de lo considerado artístico, generó algunas voces que se lamentan por la pérdida de especificidad de una práctica social que –respecto de su definición histórica- hoy parece diluirse en otras. El artista de ese arte que ha muerto no puede hacer otra cosa que morir, pero ha sido reemplazado por otro que roba su desempeño al notario cuando su presencia física simplemente autentica la existencia del arte, al actor cuando imita y representa un rol que puede ser el de su propia tradición de artista -pero del que toma distancia al parodiarlo- y también al personaje mediático que se constituye en figura del espectáculo que se da a la adoración pública de los otros. Este post-artista, o artista en su sobrevida que opera con los géneros, medios y lenguajes de su contemporaneidad, es un crítico o incluso un analista de los nuevos lugares del arte en la vida social y de esos otros discursos sociales en el arte.

Daniela Koldobsky


La figura de artista cuando se anuncia su muerte, 2003

 










[i] Claudia López Barros ha estado trabajando extensamente sobre el tema, y este caso en particular fue analizado en la ponencia “Algunas rupturas en el arte de acción” (2001), de autoría conjunta.

sábado, 22 de junio de 2013

Edgar Degas



Edgar Degas, francés, nacido en 1834, fallecido en 1917. La clase de danza (1871-1874), óleo, 85x75 cm. Musée d’Orsay, París. 

sábado, 15 de junio de 2013

Winslow Homer



"Moonlight, wood island light"  (1894)
Winslow Homer, Boston, Massachusetts, EEUU (1836-1919)
Óleo de 78.1 x 102.2 cm. Museo Metropolitano de Nueva York


El uso de las imágines

La ilustración en las artes gráficas

La ilustración en las artes gráficas es un componente gráfico que complementa o realza un texto. Si bien las ilustraciones pueden ser mapas, planos, diagramas o elementos decorativos, generalmente se trata de representaciones de escenas, personajes u objetos que tienen relación —directa, indirecta o simbólica— con el texto que acompañan. Los orígenes de la ilustración son tan antiguos como los de la escritura. Las raíces, tanto de la ilustración como del texto, se encuentran en los pictogramas (símbolos que representan palabras o frases) y en los jeroglíficos (imágenes de objetos que representan palabras, sílabas o sonidos) desarrollados por culturas antiguas como los egipcios, los mayas, los olmecas o los hititas, entre otros.
Antes de la invención de la imprenta, los libros (manuscritos) se ilustraban a mano. La muestra de libro ilustrado más antiguo que se conserva es un papiro egipcio de alrededor del año 2000 a.C. En el antiguo Egipto se ilustraba el Libro de los muertos, que se colocaba en las tumbas para que los difuntos pudieran utilizarlo en la otra vida. En Europa, durante la época clásica, las primeras ilustraciones se hicieron para textos científicos. El filósofo griego de la antigüedad, Aristóteles, hacía referencia a las ilustraciones, perdidas en la actualidad, que acompañaban a sus escritos. También en China, desde principios del siglo V a.C. se conocía la ilustración de las obras literarias. Los artistas de la Europa medieval ilustraban los textos de los manuscritos miniados, con miniaturas, iniciales con ornamentos o decoraciones al margen. En el mundo islámico, los artistas persas y mogoles ilustraban los libros de poesía e historia con delicadas pinturas semejantes a joyas. Al igual que los manuscritos, las ilustraciones sólo podían duplicarse copiándolas a mano.
La primera reproducción mecánica de ilustraciones se hizo por medio de matrices de madera. Se dibujaba la ilustración sobre la superficie lisa del bloque y se vaciaba la madera a ambos lados de las líneas del dibujo. La imagen en relieve resultante era untada con pigmento o con tinta y se estampaba sobre el pergamino o el papel. El proceso podía repetirse una y otra vez, consiguiendo con una sola matriz numerosas reproducciones idénticas. En algunos casos se utilizaba una única matriz para tallar la página completa de un libro, texto e ilustraciones; los libros realizados con esta técnica se llaman libros xilográficos. Los textos eran forzosamente limitados, por lo que el contenido de casi todos estos libros era simple y tosco, destinado a lectores poco instruidos. Muchos contenían un mensaje religioso como la Biblia pauperum (Biblia de los pobres) y el Ars moriendi (El arte de morir).
La llegada de los caracteres móviles permitió imprimir las ilustraciones sueltas grabadas sobre madera cortada a la fibra junto con el texto. La necesidad de un mayor detalle en las ilustraciones propició el desarrollo de diferentes técnicas de grabado, entre ellas el aguafuerte, sobre planchas de metal, por lo general de cobre. El grabado al humo, también conocido como manera negra, que se realiza bruñendo una lámina de cobre y que consigue sutiles gradaciones de luz y sombra, se desarrolló en el siglo XVIII, al igual que el aguatinta que permite simular el efecto de la pintura a la acuarela. A finales de siglo se perfeccionó la técnica de la xilografía que consiste en grabar, con un buril metálico, sobre la madera cortada a la testa, consiguiendo imágenes de gran delicadeza que, en muchos casos, aparecen en blanco sobre un fondo oscuro. A finales del siglo XVIII se inventó la litografía, que permitía mayor fluidez y un campo más amplio al artista en el terreno de la técnica de la ilustración; las posibilidades aumentaron durante la primera mitad del siglo XIX con la introducción de la litografía en color. La fotografía, perfeccionada durante la segunda mitad del siglo XIX, fue esencial al proporcionar métodos fotomecánicos adaptables para la reproducción de ilustraciones originales creadas con cualquier tipo de técnica.
En el siglo XVIII apareció el periódico ilustrado, —ramificación del libro ilustrado—, que cobró más tarde gran notoriedad. La literatura de ficción había sido ilustrada casi desde sus comienzos y para el siglo XIX se había extendido tanto la costumbre que eran raras las novelas publicadas sin contar por lo menos con una ilustración, frecuentemente en color, en la portada. También en el siglo XIX proliferó la ilustración de obras sobre topografía, arquitectura y botánica. En el siglo XX decayó la costumbre de ilustrar los libros para adultos, limitándose a la literatura no novelesca y haciendo hincapié en el aspecto educativo de las ilustraciones, sobre todo en libros de texto y otras obras de consulta. La ilustración de la literatura infantil había empezado a cobrar auge en el siglo XIX y a partir de la mitad del siglo XX constituía la mayor parte de las ilustraciones de libros. Los periódicos pasaron a depender en gran medida de la ilustración fotográfica.
El primer libro ilustrado con texto impreso con tipos móviles fue probablemente Edelstein de Ulrich Boner, editado en 1461 por Albrecht Pfister en Bamberg, Alemania. Las recopilaciones de las fábulas de Esopo se encuentran entre los primeros libros ilustrados que aparecieron después de la invención de la prensa. Se ha estimado que durante el periodo incunabula (c. 1480-1530, el primer medio siglo después de la invención de la prensa) los libros ilustrados constituían alrededor de un tercio de todos los que se imprimían.
El primer libro de texto ilustrado destinado a los niños fue The Visible World in Pictures (El mundo visible en imágenes) publicado por Juan Amos Comenio en 1658. La proporción mayor de libros ilustrados durante el siglo XIX correspondió a los destinados al público infantil, cuya producción aumentó considerablemente. En esta modalidad han surgido clásicos modernos en diferentes países, entre los que destacan: Maurice Sendak en Estados Unidos, (Donde viven los monstruos); Jean de Brunhoff en Francia (los libros de Babar, que se iniciaron en 1931); Reiner Zimnik (Jonás el pescador, 1956) y Marlene Reidel (El viaje de Eric, 1960) en Alemania; y Yashima Taro en Japón (El niño cuervo, 1955). La mayor parte de los libros ilustrados que se editan en la actualidad están dedicados a los niños.

Enciclopedia Encarta 2005. 

lunes, 22 de abril de 2013

Antonello da Messina


Antonello da Messina , 1476-1479, Cristo muerto sostenido por un ángel
(Cristo morto sostenuto da un angelo), Renacimiento, Óleo sobre tabla  •
74 cm × 51 cm, Museo del PradoAñadir leyenda
imagen bajada de maca-lasuerteestahechada.blogspot.com



Ante un paisaje luminoso, de verdes prados y árboles de copas redondas, un ángel lloroso sostiene a Cristo muerto. Las figuras son proporcionadas, como pintura renacentista. Cristo está representado de manera proporcionada, siguiendo la anatomía clásica. El cuerpo está desnudo, cubierto por el paño de pudor y se ve la herida del costado, de la que sale un rastro de sangre. En la mano izquierda se ve la herida del clavo. No hay expresión de dolor en el rostro de Cristo, sino serenidad; pero sí en el del ángel que lo sostiene, marcado su rostro infantil en una ligera expresión de llanto.
Esta dramática imagen del primer plano choca con el paisaje tranquilo del fondo. En el manso paisaje se observan olivos verdes en segundo plano; pero, en contraste con este árbol, se distinguen calaveras y algún tronco seco erguido que contrastan con el verde de sus alrededores y la ciudad al fondo. Éste es un claro simbolismo que representa o alude al monte Calvario
Antonello da Messina, 1430-1479, principios del Renacimiento, escuela italiana del sur, italiano, Altar de San Cassiano, 1475-1476, óleo sobre panel, 115 x 65 cm (panel central); 56 x 35 cm (panel izquierdo); 56,8 x 35,6 cm (panel derecho), Kunsthistoriches Museum, Viena.  
imagen bajada de canvaz.com


Panel central del tríptico de Froment, comisionado por el rey René de Provenza; se trata de uno de los trabajos más imortantes del artista provenzal. Las figuras arrodilladas a un lado son el mecenas y su esposa. 


Antonello da Messina, 1430-1479, principios del Renacimiento, escuela italiana del sur, italiano, Retrato de un hombre (Le Condottiere), 1475, óleo sobre panel 36 x 30 cm, Museo del Louvre, París
imagen bajada de es.wahooart.com


Aunque se sabe poco de su vida, el nombre de Antonello da Messina corresponde a la aparición en el arte italiano de una nueva técnica pictórica: el óleo. La usó especialmente en sus retratos, que fueron muy populares en su época, como por ejemplo, en el Retrato de un hombre (1475) ―este retrato de tres cuartos de perfil contra un fondo negro se aleja de los perfiles de principios del Renacimiento. El rostro del hombre está profundamente individualizado―
Aunque se sabe poco al respecto, lo que sí se puede decir con certeza es que su obra influyó en los pintores de Venecia. Su trabajo era una combinación de técnica flamenca y realismo con el modelado de formas típico del estilo italiano y la claridad del arreglo espacial. Además su técnica de construir la forma con el color en lugar con líneas y sombras tuvo una gran influencia en el desarrollo posterior de la pintura veneciana.

textos adaptados de 1000 pinturas de los grandes maestros, Edimat Libros, 2007, y de Wikipedia




viernes, 8 de marzo de 2013

Andrea Mantegna

Andrea Mantegna, 1431-1506, principios del Renacimiento, escuela florentina, italiano, Muerte de la Virgen, 1461. óleo sobre panel, 54 x 42 cm, Museo Nacional del Prado, Madrid.
Imagen bajada de Wikipedia

La ideología y conocimiento


Ideología en imágenes y conocimiento

Uno de los problemas con que tropezará toda teoría de la historia del arte es el de la ideología en imágenes como forma de conocimiento.
Señalemos una primera confusión entre el conocimiento que nos procuran unas obras y los conocimientos requeridos para el ejercicio del oficio del artista. Una segunda confusión reside en la concepción normativa del papel educativo que las artes “deberían” desempeñar y el papel educativo para que las artes “deberían” desempeñar y el papel que las artes desempeñan en realidad.
Una concepción limitativa de lo que es “el arte” no puede siquiera plantear el problema de su relación con el conocimiento. Las imágenes de los pintores “clásicos” o “románticos” que “nos embriagan de ilusiones”, quedan automáticamente descartadas en lugar de ser analizadas.
Una tercera confusión que hay que señalar es la identificación de la producción de imágenes con las imágenes consideradas como “obras maestras”. Las consecuencias de esta identificación son de importancia. Se trata, en efecto, del principio fundamental de la ideología estética burguesa subyacente a todas las variantes de la ideología burguesa del arte. Al “arte” pertenecen todas las imágenes, ya se consideren como “grandes” o “menores”, sin excepción alguna. En primer lugar, remplacemos “arte” por “producción de imágenes”, este es un término empírico que remite al “hecho” de la producción de ciertos objetos tri o bidimensionales, sobre los cuales se puesto de diversas maneras, “líneas” y “colores”. En cambio por ideología en imágenes entendemos lo que es la característica esencial de los “objetos”, de los “hechos” que pertenecen al dominio de la producción de imágenes. Toda imagen, ya esté considerada como “grande” o “menor”, pertenece a una ideología en imágenes colectiva sin dejar de tener características singulares y únicas. Entonces, la relación entre la producción de imágenes y la ideología en imágenes es la relación entre determinada categoría de productos y su esencia. 


Nicos Hadjinicolaou

(fragmentos)
Historia del arte y lucha de clases, Siglo XXI editores


viernes, 1 de febrero de 2013

Jan Van Eyck

Jan Van Eyck, 1390-1441, Renacimiento del Norte, flamenco, Adoración del cordero (Retablo de Gent, panel central), 1432, óleo sobre panel, 350 x 461 cm (abierto); 350 x 223 cm (cerrado), catedral de San Bavo, Gante,
imagen bajada de www.escieloazul.blogspot,com

La pintura artística


La Pintura





La Pintura es el arte de representar imágenes reales, ficticias o, simplemente, abstractas sobre una superficie, que puede ser de naturaleza muy diversa, por medio de pigmentos mezclados con otras sustancias orgánicas o sintéticas.

A lo largo de la historia, la pintura ha adoptado diferentes formas, según los distintos medios y técnicas utilizadas. Hasta el siglo XX, se ha venido apoyando, casi invariablemente, en el arte del dibujo. En Occidente, la pintura al fresco, que alcanzó su mayor grado de desarrollo a finales de la edad media y durante el Renacimiento, se basa en la aplicación de pintura sobre yeso fresco o seco. Otra variedad antigua es la pintura al temple, que consiste en aplicar pigmentos en polvo mezclados con yema de huevo sobre una superficie preparada, que suele ser un lienzo sobre tabla. Durante el Renacimiento, la pintura al óleo vino a ocupar el lugar del fresco y del temple; tradicionalmente se pensaba que esta técnica había sido desarrollada a finales de la edad media por los hermanos flamencos Jan van Eyck y Hubert van Eyck, pero en la actualidad se cree que fue inventada mucho antes. Otras técnicas de pintura son el esmalte, la encáustica, el guache, la grisalla y la acuarela. En los últimos años se ha extendido el uso de las pinturas acrílicas, con base de agua, de rápido secado y que no se oscurecen con el paso del tiempo.

A lo largo de los siglos, se han venido sucediendo diferentes métodos y estilos artísticos, así como teorías relacionadas con la finalidad del arte para, en algunos casos, reaparecer en épocas posteriores con alguna modificación. En el Renacimiento, la pintura al fresco en muros y techos cedió el paso a la pintura de caballete al óleo, pero ha vuelto a cobrar actualidad en el siglo XX con las obras de los muralistas mexicanos. La necesidad de expresar una emoción intensa por medio del arte une a pintores tan diferentes como el español El Greco, del siglo XVI, y los expresionistas alemanes del siglo XX. En el polo opuesto de los intentos de los expresionistas por revelar la realidad interior, siempre ha habido pintores empeñados en representar exactamente los aspectos exteriores. El realismo y el simbolismo, la contención clásica y la pasión romántica, se han ido alternando a lo largo de la historia de la pintura, revelando afinidades e influencias significativas.


Enciclopedia Microsoft ® Encarta ® 2005.