Tesoros perdidos de los nazis
Cuando cayó Alemania, sus líderes fascistas
trataron de ocultar 7.5 mil millones de dólares en oro e invaluables obras de
arte robadas. Nunca se recuperó la mayor parte del botín, aunque,
sorprendentemente, una parte fue hallada en 1990, en un pequeño pueblo de
Texas.
El 3 de febrero de 1945,
950 aviones soltaron 2.265 toneladas de explosivos sobre Berlín, capital de
Alemania Nazi. Los edificios de gobierno, incluyendo el cuartel general de
Hitler, fueron derribados o severamente dañados.
El principal banco nazi,
el monumental Reischsbank, concentraba la mayor parte de las reservas de oro de
la Alemania nazi. A su presidente, el Dr. Walther Funk le bastó con ver las
llamas y escombros. Decidió enviar a sus funcionarios a otros pueblos para
administrar desde allí el banco y ordenó ocultar oro y reservas monetarias en
una mina de potasio ubicada a 300 km al suroeste de Berlín. La aislada mina
Kaiseroda, a 50 km del poblado más cercano, ofrecía un escondite a 800 m de
profundidad. Sus 50 km de túneles contaban con cinco entradas.

El 7 de abril, oficiales
de EUA, localizaron la mina y descendieron 700 metros a una cueva excavada en
roca salina y encontraron mil millones de marcos en 550 bolsas. Luego de
dinamitar la puerta de acero del cuarto 8, descubrieron unas 7.000 bolsas
numeradas en un recinto de 50 m de largo, 25 de ancho y 4 de alto. El tesoro
incluía 8.527 lingotes de oro, monedas de oro francesas, suizas y de EUA y
billetes. Placas de oro y plata, aplanadas para facilitar su almacenaje,
estaban guardadas en cajas y cofres. Había maletas con diamantes, perlas y
otras piedras preciosas robadas a las víctimas de los campos de concentración,
junto con sacos de coronas dentales de oro.
Pero eso no era todo. En
la madeja de túneles excavados en la roca suave, los investigadores encontraron
400 toneladas de arte, incluyendo pinturas de 15 museos alemanes e importantes
libros de la colección Goethe de Weimar.
La colección encontrada
incluía obras de Renoir, Tiziano, Rafael, Rembrandt, Durero, Van Dyck y Manet.
Pero incluso estas obras maestras fueron superadas por la única obra en
posesión de Alemania, el famoso busto de 3.000 años de la hermosa reina egipcia
Nefertiti. Muchos tesoros más fueron hallados en otras minas cercanas.
No sólo los alemanes
aprovecharon las oportunidades brindadas por la dispersión de oro, dinero y
arte. El General Patton se horrorizó ante la agilidad de manos de muchos
soldados estadounidenses. Se sabe de unos 300 casos de valiosas obras de arte
que llegaron ilegalmente a los EUA. Los culpables fueron enjuiciados por hurtar
propiedad robada y fueron encarcelados o fueron degradados de forma humillante.
Luego en 1990, el mundo
se conmovió al saber que tesoros artísticos alemanes, incluyendo algunas
importantísimas e invaluables obras de arte medieval, estaban en venta: las
ofrecían los herederos de un desconocido veterano que vivía en una pequeña
granja en Texas.
También se conoce el caso
de Joe T. Meador, un almacenero y floricultor aficionado, que hasta su muerte,
en 1980, mantuvo en su poder, envuelto en una frazada, un invaluable manuscrito
del siglo IX de los cuatro evangelios. Encuadernado en oro y plata, el
manuscrito de 1.100 años provenía de una iglesia alemana. Fue vendido en Suiza,
en tres millones de dólares, por concepto de “honorarios por hallazgo”. Otros
lo consideraron “rescate”.
Pero la colección de
Meador también incluía un manuscrito de 1513 con ornamentos de oro y plata y un
relicario decorado con oro, plata y gemas. Otros relicarios tenían forma de
corazón o de plato, pero el más valioso era un frasco de cristal de roca con la
forma de la cabeza de un obispo, que se pensaba contenía un rizo de la Virgen
María. También había crucifijos de oro y plata, un peine del siglo XII de
Enrique I y otros objetos de gran significado histórico y religioso.
Es probable que Meador,
entonces teniente del ejército, enviara los objetos a Estados Unidos, llevando
a cabo uno de los robos de arte más grandes del siglo XX. Meador era un maestro
de arte frustrado, obligado por circunstancias personales a trabajar en la
tienda de su familia. En una ocasión confesó que se sentía dividido entre el
sentimiento de culpa y el disfrute de la belleza de su colección.
A la muerte de Meador,
sus herederos ofrecieron al mercado los objetos y las agencias impositivas y
penales de EUA iniciaron una investigación. Luego de meses de maniobras
legales, los herederos acordaron ceder la colección a cambio de 2.75 millones
de dólares, un millón que el anticipo que recibieron por el manuscrito de los
evangelios.
Habitación perdida

No se encontraron señas
del tesoro en el sótano bombardeado. Se rumoró que los nazis lo sacaron en un
barco que fue hundido por un submarino soviético. Un testimonio de 1959 parecía
indicar que la habitación ámbar estaba oculta en una mina de sal. Cuando los
investigadores se acercaron al supuesto escondite, ocurrió una explosión
misteriosa, inundando la mina e imposibilitando el rescate.
Fragmentos de:
Secretos y
misterios de la Historia, Reader’s Digest, 1995