Pintura
prehistórica y antigua
Las pinturas más antiguas que se conocen
fueron realizadas en las paredes de las cuevas que servían de abrigo a la
especie humana hace 30.000 años, durante el periodo paleolítico. Hay muestras
del arte paleolítico en emplazamientos de Europa occidental, del África
sahariana y del sur, y en Australia. En algunas zonas, como el litoral
mediterráneo, el desarrollo de la pintura continuó en el periodo neolítico.

Pinturas
rupestres
Las pinturas que se conservan en las cuevas
de España (Altamira) y del sur de Francia representan, con increíble exactitud,
bisontes, caballos y ciervos. Estas representaciones están realizadas con
pigmentos extraídos de la tierra, compuestos de diferentes minerales
pulverizados y mezclados con grasa animal, clara de huevo, extractos de
plantas, cola de pescado e, incluso, sangre; se aplicaban con pinceles hechos
de varitas y juncos o se soplaban sobre la pared. Estas pinturas debían
desempeñar una función en los rituales mágicos, aunque no se conoce con certeza
su naturaleza exacta. Por ejemplo, en una pintura rupestre de Lascaux, Francia,
aparece un hombre entre los animales junto a varios puntos oscuros; aunque su
exacto significado permanece desconocido, demuestra la presencia de una
conciencia espiritual y la capacidad de expresarla por medio de imágenes,
signos y símbolos.

Pintura
egipcia
Hace más de 5.000 años los artistas
egipcios empezaron a pintar los muros de las tumbas de los faraones con
representaciones mitológicas y escenas de las actividades cotidianas, como la
caza, la pesca, la agricultura o la celebración de banquetes. Igual que en la
escultura egipcia, prevalecen dos constantes estilísticas. En primer lugar, las
imágenes, más conceptuales que realistas, presentan los rasgos anatómicos más
característicos, combinando las vistas frontales y de perfil de la misma
figura; en segundo lugar, la escala de las figuras indica la importancia de las
mismas, y así el faraón aparece más alto que su consorte, hijos o cortesanos.

Pintura
minoica
Los minoicos decoraron con pinturas
realistas, de gran viveza, las paredes de sus palacios en Creta y también la
cerámica. Por ejemplo, el famoso fresco El salto del toro (c. 1500 a .C., Museo de
Heraklion, Creta) recrea un juego ritual entre personas y un toro. La vida del
mar era un tema frecuente, como en el fresco que representa a un delfín (c. 1500 a .C.), que se encuentra
en las paredes del palacio del legendario rey Minos, en Knósos, o en el jarrón
del pulpo (c. 1500 a .C.,
Museo de Heraklion), una vasija globular sobre cuya superficie ondulan los
tentáculos de un pulpo, que definen y realzan su forma.

Pintura
griega
Con excepción de algunos fragmentos, no hay
vestigios de los murales griegos. Sin embargo, las representaciones
naturalistas de escenas mitológicas en la cerámica griega pueden arrojar alguna
luz sobre cómo era esa pintura de gran formato. En la era helenística, las
escenas y motivos representados en los mosaicos son también probablemente el
eco de pinturas monumentales realizadas con otras técnicas que no han llegado
hasta nosotros.
Detalle de dos bailarines de la tumba del Triclinio en la Necrópolis de Monterozzi - 470 a.C
Pintura
romana
Los romanos decoraban sus villas con suelos
de mosaicos y exquisitos frescos representando rituales, mitos, paisajes,
naturalezas muertas o bodegones, y escenas cotidianas. Los artistas romanos
conseguían crear la ilusión de realidad, utilizando la técnica conocida como
perspectiva aérea, mediante la que se representan de forma más borrosa los
colores y contornos de los objetos más distantes para conseguir efectos
espaciales. En las excavaciones realizadas en las ciudades de Pompeya y
Herculano, que quedaron enterradas por la erupción del Vesubio en el año 79 de
nuestra era, se ha recuperado una colección de pintura romana, tanto civil como
religiosa.
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Pintura
paleocristiana y bizantina
Las muestras de pintura paleocristiana que
han llegado hasta nosotros datan de los siglos III y IV y son los frescos de
las catacumbas, en los que se representan escenas del Nuevo Testamento, cuya
característica son ciertas estilizaciones y convencionalismos artísticos
procedentes del mundo clásico. Por ejemplo, Jesús aparecía como el Buen Pastor,
con una figura adoptada de las representaciones del dios griego Hermes; para
simbolizar la resurrección se representaba la historia de Jonás liberado de la
ballena, según el Antiguo Testamento. Entre las obras más extraordinarias de
este periodo paleocristiano se encuentran los mosaicos del siglo VI de las
iglesias de Ravena, Italia, destacando los de San Vital, en los que están
representados temas tanto espirituales como profanos. Las figuras estilizadas y
alargadas que decoran las paredes de la iglesia, vistas casi de frente, miran
al espectador con los ojos muy abiertos y parecen flotar ingrávidas y
atemporales.
Esta presentación poco terrenal pasó a ser
característica del arte bizantino y el estilo quedó vinculado a la corte
imperial cristiana de Constantinopla, que perduró del año 330 al 1453. El
estilo bizantino aparece también en los iconos, pinturas convencionales sobre
tabla, destinadas al culto, que representan a Jesucristo, la Virgen y los
santos. En los manuscritos miniados tanto de textos laicos, los textos de Virgilio
(siglo IV o principios del V, Biblioteca Vaticana, Roma), como de escritos
cristianos (el Salterio de París siglo X, Biblioteca Nacional, París), se
aprecian vestigios del estilo grecorromano.
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