La
ilustración en las artes gráficas

La ilustración en las artes gráficas es un
componente gráfico que complementa o realza un texto. Si bien las ilustraciones
pueden ser mapas, planos, diagramas o elementos decorativos, generalmente se
trata de representaciones de escenas, personajes u objetos que tienen relación
—directa, indirecta o simbólica— con el texto que acompañan. Los orígenes de la
ilustración son tan antiguos como los de la escritura. Las raíces, tanto de la
ilustración como del texto, se encuentran en los pictogramas (símbolos que
representan palabras o frases) y en los jeroglíficos (imágenes de objetos que
representan palabras, sílabas o sonidos) desarrollados por culturas antiguas
como los egipcios, los mayas, los olmecas o los hititas, entre otros.
Antes de la invención de la imprenta, los
libros (manuscritos) se ilustraban a mano. La muestra de libro ilustrado más
antiguo que se conserva es un papiro egipcio de alrededor del año 2000 a.C. En
el antiguo Egipto se ilustraba el Libro de los muertos, que se colocaba en las
tumbas para que los difuntos pudieran utilizarlo en la otra vida. En Europa,
durante la época clásica, las primeras ilustraciones se hicieron para textos
científicos. El filósofo griego de la antigüedad, Aristóteles, hacía referencia
a las ilustraciones, perdidas en la actualidad, que acompañaban a sus escritos.
También en China, desde principios del siglo V a.C. se conocía la ilustración
de las obras literarias. Los artistas de la Europa medieval ilustraban los
textos de los manuscritos miniados, con miniaturas, iniciales con ornamentos o
decoraciones al margen. En el mundo islámico, los artistas persas y mogoles
ilustraban los libros de poesía e historia con delicadas pinturas semejantes a
joyas. Al igual que los manuscritos, las ilustraciones sólo podían duplicarse
copiándolas a mano.
La primera reproducción mecánica de
ilustraciones se hizo por medio de matrices de madera. Se dibujaba la
ilustración sobre la superficie lisa del bloque y se vaciaba la madera a ambos
lados de las líneas del dibujo. La imagen en relieve resultante era untada con
pigmento o con tinta y se estampaba sobre el pergamino o el papel. El proceso
podía repetirse una y otra vez, consiguiendo con una sola matriz numerosas
reproducciones idénticas. En algunos casos se utilizaba una única matriz para
tallar la página completa de un libro, texto e ilustraciones; los libros
realizados con esta técnica se llaman libros xilográficos. Los textos eran
forzosamente limitados, por lo que el contenido de casi todos estos libros era
simple y tosco, destinado a lectores poco instruidos. Muchos contenían un mensaje
religioso como la Biblia pauperum (Biblia de los pobres) y el Ars moriendi (El
arte de morir).
La llegada de los caracteres móviles
permitió imprimir las ilustraciones sueltas grabadas sobre madera cortada a la
fibra junto con el texto. La necesidad de un mayor detalle en las ilustraciones
propició el desarrollo de diferentes técnicas de grabado, entre ellas el
aguafuerte, sobre planchas de metal, por lo general de cobre. El grabado al
humo, también conocido como manera negra, que se realiza bruñendo una lámina de
cobre y que consigue sutiles gradaciones de luz y sombra, se desarrolló en el
siglo XVIII, al igual que el aguatinta que permite simular el efecto de la
pintura a la acuarela. A finales de siglo se perfeccionó la técnica de la
xilografía que consiste en grabar, con un buril metálico, sobre la madera
cortada a la testa, consiguiendo imágenes de gran delicadeza que, en muchos
casos, aparecen en blanco sobre un fondo oscuro. A finales del siglo XVIII se
inventó la litografía, que permitía mayor fluidez y un campo más amplio al
artista en el terreno de la técnica de la ilustración; las posibilidades
aumentaron durante la primera mitad del siglo XIX con la introducción de la
litografía en color. La fotografía, perfeccionada durante la segunda mitad del
siglo XIX, fue esencial al proporcionar métodos fotomecánicos adaptables para
la reproducción de ilustraciones originales creadas con cualquier tipo de
técnica.
En el siglo XVIII apareció el periódico
ilustrado, —ramificación del libro ilustrado—, que cobró más tarde gran
notoriedad. La literatura de ficción había sido ilustrada casi desde sus
comienzos y para el siglo XIX se había extendido tanto la costumbre que eran
raras las novelas publicadas sin contar por lo menos con una ilustración,
frecuentemente en color, en la portada. También en el siglo XIX proliferó la
ilustración de obras sobre topografía, arquitectura y botánica. En el siglo XX
decayó la costumbre de ilustrar los libros para adultos, limitándose a la
literatura no novelesca y haciendo hincapié en el aspecto educativo de las
ilustraciones, sobre todo en libros de texto y otras obras de consulta. La
ilustración de la literatura infantil había empezado a cobrar auge en el siglo
XIX y a partir de la mitad del siglo XX constituía la mayor parte de las
ilustraciones de libros. Los periódicos pasaron a depender en gran medida de la
ilustración fotográfica.
El primer libro ilustrado con texto impreso
con tipos móviles fue probablemente Edelstein de Ulrich Boner, editado en 1461
por Albrecht Pfister en Bamberg, Alemania. Las recopilaciones de las fábulas de
Esopo se encuentran entre los primeros libros ilustrados que aparecieron después
de la invención de la prensa. Se ha estimado que durante el periodo incunabula
(c. 1480-1530, el primer medio siglo después de la invención de la prensa) los
libros ilustrados constituían alrededor de un tercio de todos los que se
imprimían.
El primer libro de texto ilustrado
destinado a los niños fue The Visible World in Pictures (El mundo visible en
imágenes) publicado por Juan Amos Comenio en 1658. La proporción mayor de
libros ilustrados durante el siglo XIX correspondió a los destinados al público
infantil, cuya producción aumentó considerablemente. En esta modalidad han
surgido clásicos modernos en diferentes países, entre los que destacan: Maurice
Sendak en Estados Unidos, (Donde viven los monstruos); Jean de Brunhoff en
Francia (los libros de Babar, que se iniciaron en 1931); Reiner Zimnik (Jonás
el pescador, 1956) y Marlene Reidel (El viaje de Eric, 1960) en Alemania; y
Yashima Taro en Japón (El niño cuervo, 1955). La mayor parte de los libros
ilustrados que se editan en la actualidad están dedicados a los niños.
Enciclopedia Encarta
2005.
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