El
artista en su vida metadiscursiva
Las vanguardias históricas incorporan un conjunto de procedimientos
metadiscursivos “de autor” que complementan y compensan el autismo de su
producción, pues ella cuestiona todo rasgo interno que permita su definición
como obra de arte. A la fuerte presencia de los manifiestos se agregan en la
década del sesenta otros metadiscursos en la instancia productiva, como las
invitaciones a eventos en el caso del arte de acción. En él aparece también la
propia figura del artista en presencia, que –como decíamos- autentica la
existencia de lo artístico cuando no hay obra de arte en términos canónicos. De
modo que si una obra se reconoce por algún tipo de marca de la figura del
autor, cuando en ella esa marca no existe, gana la escena la figura misma.
El procedimiento que en el arte de acción suplanta o corrige el
borramiento de la figura de autor con la presencia del artista en el
acontecimiento como garante de su “artisticidad”, en otros casos contemporáneos
se realiza por otros modos, que mantienen la presencia del artista como
representación, pero construida profusamente en la vida metadiscursiva más que
en la propia obra.
Uno de los casos emblemáticos de un arte que, sin abandonar los
soportes y técnicas pictóricas, borra toda marca autoral en ellas, es el del
artista pop norteamericano Andy Warhol. Su obra niega la figura autoral por dos
vías: la primera –que no es constante- es el borramiento de la huella material
de la hechura, de la tarea artística; la segunda, dada por otra operatoria, es
la incorporación de temas y procedimientos constructivos “extraartísticos”, es
decir, tomados de la publicidad o del discurso informativo, por ejemplo. En
este caso se mantiene el objeto obra pero desaparece toda referencia interna a
su autor como creador. Sin embargo y de modo inverso al artista del arte de
acción, su presencia está garantizada por la profusa vida metadiscursiva en la
prensa.
Oscar Traversa (1984) definió la existencia de un “cine no fílmico”
en las críticas, entrevistas, colas y publicidades que inscriben al film en un
género y guían su consumo social. En la década del sesenta, la figura del
artista, aún cuando desaparece como tal en su producción, es reconstruida en lo
que se podría definir –parafraseando a Traversa- como “arte no artístico”: al
igual que muchos de sus retratados -Marilyn Monroe, Mao Tse Tung, Jacqueline
Kennedy- Warhol es una figura pública de frecuente presencia en el discurso
informativo de su época (prensa, televisión) y, por supuesto, en los numerosos
autorretratos que se cuentan en su obra.
Si bien los ejemplos anteriores confirman la paradoja planteada por
Schaeffer y Flahault de la promoción social del artista plástico en el momento
en que su obra se convierte en efímera o incluso en “inmaterial” o -dicho al
modo de Barthes, cuando ha muerto la definición histórica de artista- su
figuración en el metadiscurso informativo, presenta tensiones permanentes entre
el sostén de la figura ya muerta y el advenimiento de la figura post-mortem. Si
parte de los actores de la escena del arte en los medios defienden con su obra
y su palabra esas figuras que vienen de un pasado exitoso, los críticos que
impulsan las corrientes artísticas de vanguardia, los que sustentan una palabra
teórica que analiza esa emergencia sincrónica incluso desde lo medios de prensa
no especializados, y los artistas en su nuevo estatuto crítico (Koldobsky
2002), dan visibilidad a un artista que sólo puede caracterizarse como creador
individual y pleno cuando media la ironía, luego de la muerte del artista como
sujeto que crea de la nada y que instituye con su obra las verdades que -para
uno de los Romanticismos-, otros campos de la vida social como la religión, la
ciencia e incluso la política, demostraban no poseer.
La figura que en el metadiscurso crítico de la prensa se presenta en
tensión con ese artista post mortem que están construyendo las vanguardias en
la década del sesenta, se caracteriza por un rasgo que más que remitir al
artista creador recurre a su antecedente histórico: el artesano. Gran parte de
los pintores construidos por el metadiscurso de la década tematiza como central en su actividad el
placer del contacto con la materia, el gusto por el trabajo manual. La misma
época que sentencia la muerte de la pintura presenta una figura que no
reivindica la creación –ante el embate de la vanguardia eso ya no es posible-
sino la construcción de un objeto y el saber hacer del pintor, el oficio. Las
fotografías suelen mostrar a este artista trabajando en su taller y vestido con
mameluco de obrero, de modo que parte del espectro de figuras de artista que
construye la prensa de los sesenta, se busca en un pasado todavía anterior al
de la emergencia del artista creador.
Daniela Koldobsky